La Noche de Brujas latina se remonta a 3.000 años atrás cuando los Celtas festejaban su año nuevo.

A su vez existe una antigua leyenda, la que cuenta que las viejas brujas hacían una reunión en dos ocasiones durante el año: el 30 de abril y el 31 de octubre. Satán realizaba la convocatoria y ellas acudían montadas en sus escobas, como las retratan en la tradición popular, para compartir hechizos y sabiduría negra en aquellas fiestas macabras, llamadas aquelarres.
Para muchos, es la noche en que los poderes satánicos y de brujería están en su nivel de desarrollo más alto. Es lógico pues que sus ritos se hayan ido mezclando con la celebración actual del Halloween, hasta el punto de que Halloween es denominado igualmente “La Noche de las Brujas”.

La palabra “bruja”, en inglés, “witch” deriva del viejo término sajón “wicca, o “sabio”. Y es que se pensaba que las brujas, al ser poseedoras de la magia, poseían también la máxima sabiduría.
Las brujas son adoradoras de las deidades de la naturaleza y poseen talismanes vivos o símbolos por los que ellos sacan sus poderes oscuros. Invocan a los más malévolos espíritus para entrar en los cuerpos de sus talismanes. Unas tienen perros, búhos, las serpientes o cerdos como símbolos de su poder, pero el talismán más común es el gato.
