Una ruptura amorosa, un concierto en Rock-ola y un jersey amarillo se convirtieron en los ingredientes perfectos para crear uno de los himnos más emblemáticos del rock en español. David Summers, líder de Hombres G, nunca imaginó que aquella canción compuesta en 1982 para vengarse de su ex novia se transformaría en un fenómeno musical que atravesaría generaciones.
Cómo Hombres G convirtió el desamor en un himno generacional
La historia comenzó en las calles de Madrid, junto a la M-30, donde un joven David Summers de 16 años se enamoró perdidamente de Macu, una estudiante del Colegio Mater Inmaculata. Sus encuentros después de misa y las tardes en el parque fueron el escenario de un romance adolescente que parecía prometedor, hasta que las diferencias sociales y estéticas empezaron a pesar.
Macu, proveniente de una familia aristocrática española, terminó dejando a Summers por un “niño pijo” que conducía un Ford Fiesta blanco y aspiraba a ser notario. El look punk del músico, según ella misma argumentó, no encajaba con su estilo de vida. Esta ruptura, en lugar de hundir al artista, se convirtió en el catalizador de algo mucho más grande.

Cuando David se enteró de que su ex novia y su nuevo amor asistirían a un concierto de la banda en la legendaria sala Rock-ola, decidió transformar su dolor en arte. En cuestión de días, junto a sus compañeros, compuso y montó “Devuélveme a mi chica”, una canción que inicialmente solo pretendía ser una pequeña venganza personal.
Lo que comenzó como una broma adolescente cargada de referencias a “polvos pica pica” y otras amenazas en clave de humor, se convirtió inesperadamente en la llave que abriría las puertas del éxito internacional para Hombres G. El público comenzó a solicitar “la del pica pica” en cada presentación, hasta que finalmente la banda decidió incluirla en su primer disco en 1985.
Cuatro décadas después, “Devuélveme a mi chica” sigue siendo un himno intergeneracional que resuena en fiestas y conciertos por igual. La historia real detrás de la canción demuestra cómo el desamor, cuando se canaliza a través del humor y la música, puede transformarse en algo universal que trasciende tiempo y fronteras.
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