A veces nos dirigimos a un hijo e intercambiamos su nombre con el de la hija, por alguna similitud fonética, aunque a menudo se intercambia un nombre que no tiene nada de similitud.

 

¿Por qué pasa esto?

Esto es porque comparte vínculos similares con nosotros. Es decir, los hijos comparten un mismo vínculo con sus padres, de ahí que al pensar en ellos el cerebro nos juegue una mala jugada.

El diario Memory and Cognition afirmó que no tiene nada que ver con el parecido entre tus hijos.

Es debido a que están conectados en la misma red semántica del cerebro, lo que vuelve más probable que se intercambien los nombres, pues el cerebro tiende a relacionar a las personas de nuestro entorno por grupos: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, etc.

Lo hace para ahorrar espacio. Si el cerebro se despista en un momento en el que nuestros pensamientos van muy rápido, sucede la confusión, aunque en seguida reaccionamos remendando el error.

También existen estudios que muestran esta confusión también sucede con el nombre de las mascotas. Es decir, que las madres o padres confunden el nombre de sus hijos con el de las mascotas.

Ahora sabes que no es que tengas un problema de memoria ni un hijo favorito, esto es solo un error cognitivo.

       

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