El Auditorio Nacional fue testigo de una velada que quedará grabada en la memoria colectiva. Con su vientre visible y el brillo en los ojos de quien está a punto de vivir una transformación profunda, Natalia Lafourcade ofreció un espectáculo que combinó gratitud, nostalgia y la celebración de un viaje musical que comenzó hace 25 años.

Esta presentación marcó un momento bisagra en la vida de la intérprete, quien confesó ante miles de personas que “las cosas para mí no volverán a ser igual después”. Cada palabra resonó con el peso de lo inevitable: la maternidad que se avecina y el cierre de un ciclo artístico que la ha convertido en una de las voces más importantes de la música latinoamericana contemporánea.
Natalia Lafourcade comparte su metamorfosis más personal sobre el escenario
Entre los momentos más emotivos de la noche, la artista sostuvo una flor de protea y explicó su significado: “Representa la flor del alma, la flor cancionera, la que cambia, la auténtica flor. Me hizo comprender que esa soy yo, viviendo la metamorfosis más grande de mi vida”. El setlist incluyó joyas como “De todas las flores”, “Pajarito colibrí” y “María la curandera”.
Un momento particularmente conmovedor llegó con “Lo que construimos”, cuando dedicó la canción a un amor del pasado y habló sobre la difícil decisión de dejar ir con amor. “El amor verdadero también es dejar ir.
La noche cerró con los clásicos “Hasta la raíz”, “Cocos en la playa” y “Partir de mí”, seguidos de una despedida cargada de humor y ternura: “25 años dedicando mi amor, mi vida, mi pasión a la música.”. Mientras “Cielito Lindo” sonaba de fondo, el público abandonaba el recinto con el corazón lleno, sabiendo que habían presenciado algo único.